“¿Y
la quisiste?” le preguntó a aquel hombre,
“la
amé como a nadie” respondía cabizbajo,
desde
hacía un tiempo ya no era lo mismo,
trató
de buscar una explicación,
no
la obtuvo y se paró a pensar en todo.
A
pesar de que esa mujer le parecía la correcta,
quizás
no lo era. Luchaba consigo mismo
por
tenerlo claro todo.
Sentado
recordó lo que su padre le decía:
“tenemos
dos amores, el de nuestra vida
y
el que es para nuestra vida;
el
primero nos enseña a amar,
el
segundo es con el que pasaremos la vida”.
Para
él, ella era ambos,
y
luchaba con él mismo para darse cuenta.
Dos
meses pasaron y se encontraban en la feria,
en
la cima de una montaña rusa,
ambos
tomados de la mano a punto de gritar,
una
vista impresionante, mariposas en el estómago,
no
podía pedir más.
“¡Y
sí, la amé!”, pensaba desde aquella altura…
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